La felicidad no radica en hacer siempre lo que uno quiere, sino en amar siempre lo que uno hace. La consecuencia de actuar así, es que cada vez tendremos más cosas que nos gusta hacer en nuestra vida y menos de las que nos resultan menos agradables o detestables. Y cuando digo amar, me refiero a ponerle el máximo nivel de pasión a todo lo que uno hace, a todo.
Recuerda las palabras de Ecker «como haces una cosa, lo haces todo». Por ese motivo debes obligarte a disfrutar con todas las circunstancias, acciones o barreras que te ponga la vida. Piensa que todo tiene un por qué y que esas piedras en el camino tienen un fin, tu aprendizaje, tu mejora como ser humano. Te preparan para nuevos retos futuros.
Dedícate durante toda la jornada de hoy a poner pasión extrema a todas las cosas que normalmente detestas hacer. Sean las que sean. Procura poner buena cara y mejor ánimo. Imagínate mientras estás desarrollando estas actividades que estás haciendo cualquier acción que sí que te dé placer, y piensa en las consecuencias positivas de este cambio de actitud ante la vida, ya que te atraerá un saco repleto de nuevas oportunidades. Te lo garantizo.